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Santillana del Mar es una joya, un auténtico goce, un atractivo municipio turístico de Cantabria. Volver a visitar este pueblo (¡menuda paradoja: Santillana no es santa, ni es llana ni tiene mar! ) resulta un placer. Se trata de un paisaje humano y natural, exquisitamente conservado y mimado. Su estandarte sigue siendo la Cueva de Altamira, que en 1985 la UNESCO la declaró y bendijo como Patrimonio de la Humanidad y que acoge sus famosas pinturas rupestres (ciervos, bisontes y caballos), en la llamada Capilla Sixtina del arte prehistórico. De eso ya hace miles de años, tantos que ni MariCastaña se acuerda.Las colas de visitantes siguen siendo interminables y hay que respetar un riguroso turno de fechas y reservas. Funciona con un numerus clausus de 8.500 visitantes por año.

Santillana luce unas imponentes y robustas casas de piedras sillares, presume de fachadas rematadas por nobles blasones, bien guarnidas por hortensias imperecederas que crecen en sus balcones y galerías de madera de roble.Estas mansiones son la memoria perpetua del esplendor de la Villa. Puertas de gruesa madera con remaches de laboriosa forja. Rejas que dejan asomar aromáticas madreselvas. El pavimento formado por adoquines, alineados con orden y paciencia, unifica la estampa callejera. Dos calles, casi de dirección única, circunvalan el circuito de turistas que deambulan extasiados ante iglesias, conventos, palacios y casas solariegas. Capítulo especial para la excelsa Colegiata de Santa Juliana, prima hermana de la de San Pedro, en Frómista, en el Camino de Santiago palentino donde el depredador Erick “el belga” arrasó. En el Haber de Santillana se contabilizan muchísimos y únicos atractivos. Pero en la columna del Debe hay que incluir este riesgo: el exceso de negocios del souvenir y los restaurantes de menú económico que ocupan las plantas bajas de la mayoría de los nobles edificios. Quizá también deberían plantearse las visitas restringidas como aplican en la cueva de Altamira. Santillana está a tan solo 3 centímetros de perder su condición de pueblo mágico para ganarse la categoría de parque temático, colapsado por hordas de turistas a quienes parece que solo les interese más hacerse un selfi que contemplar un caserón o comprar de forma incontrolada una caja de sobaos pasiegos o de anchoas de Santoña que respirar el aroma antiguo y señorial. Por cierto, estos productos cántabros a la venta han alcanzado notable demanda al ser reiteradamente publicitados con mucho desparpajo por un político conocido como Revilla que a penas sale en TV por considerarse alérgico al autobombo.

Sorprenderá la visita a una atracción turística diferente, original y, hasta cierto punto, repugnante. Se trata del Museo de la Tortura donde se exponen todos los inventos que la retorcida mente humana aplicó durante el período de la Inquisición. Es un viaje directo al terror, al dolor como expresión de la maldad inhumana. Una sobria museografía ayuda a crear un clima de desasosiego que acojona al contemplar los objetos usados por los verdugos para arrancar confesiones. Potros de tortura, garfios malditos y mil artilugios diabólicos componen la morbosa colección que dice más del enfermizo sadismo del Tribunal de la Inquisición que de su ánimo de impartir justicia. Increíble que se autorice el acceso de niños. Yo colocaría dos rombos en la puerta para advertir al papá distraído.

Descubrí un alojamiento acogedor. Se trata del Hotel los Ángeles, un refugio donde descansar como los idem. Cuenta con 26 coquetas habitaciones, y es un lugar ideal para el descanso, un ambiente único que alienta la vida en familia, rodeado de naturaleza y protegido por árboles centenarios donde anidan decenas de pájaros madrugadores. Ventanas y balcones adornados de geranios y hortensias dan la nota de color. Javier Villamuera se llama su inquieto y competente director que aconseja, descubre secretos e ilustra y asesora al visitante. Javier es el líder y el alma de este entrañable equipo que hace muy bien lo que está en el manual del buen turismo: Consigue que el huésped se sienta como en su propia casa. Conseguido. (www.serculoinquieto.com)