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Hoy, día de San Pedro, el culoinquieto brinda por Petros, el famoso pelícano de Mikonos, y así felicita a todos los Pedros.

Mikonos no es un destino, es lo más parecido al mogollón turístico. Multitudinario, desbordado y bullanguero, carísimo, reventado de gente guapa y glamur de arco iris. Mikonos atrae por su azul intenso, made in mar Egeo, donde fundirse en sus largas noches de marcha y ambigüedad,  disfrutar la blancura cegadora de sus paredes y las callejuelas empedradas, los viejos molinos Kato Milli que recortan el horizonte, tostarse en las atiborradas playas de Paradise o Super Paradise o en el ambiente gay friendly de Elia, degustar su peculiar gastronomía donde conviven la langosta recién sacada del mar y el pan de pita con queso fresco o las incomparables aceitunas kalamata. Nirvanear con los atardeceres rojizos que el sol nos regala al acostarse entre las islas CÍcladas, nueve puntos bordados sobre el azul añil del Egeo que por algo da color a la bandera griega. Como la cúpula radiantemente blue de la minimalista capilla de Agios Nikolaos, erigida en honor de San Nicolas que es el santo que protege a marinos y pescadores griegos, tarea que aquí se encarga a nuestra Virgen del Carmen que cada 16 de julio procesiona entre olas, flores, espuma y devoción.

Insólito. Cuenta la leyenda que en 1958 un bigotudo marinero rescató de un naufragio a un pelícano, especie hábil capturador de peces. Curó sus heridas, le puso nombre y Mikonos acogió a la ave. Hasta Jackie Kennedy, primero emperatriz de la Casa Blanca y luego distracción predilecta del acaudalado Onassis, fue a visitarlo y dispensarle zoo-mimitos. El misterio se desveló pronto: tal como el protagonista original va falleciendo de muerte natural, se le repone y así llevamos ya unos cuantos. Tal cual una dinastía pero sin números ordinales. Sigue paseando su torpeza por los muelles. Su caminar lento y tambaleante busca la mirada y el cariño de los turistas. Sin duda, era y es la estrella de Mikonos. Complementa la variada oferta de la isla. Los comensales de las mesas son su público fiel, quienes desde su dolareada platea no se perdían tropiezo ni graznido. La llamada proferida siempre es ¡¡¡Petros!!!, a la que el pelicano más famoso – y único – de Mikonos responde malhumorado mientras acude en busca de la rodaja de pan prometido. Siempre se le ha conocido con el patronímico Petros, piedra, y que los Pedros lo lucimos como estandarte. Después de los Pedro s de Moncloa y del Vaticano, los más famosos del mundo con permiso de Picapiedra. El pelícano hereda el nombre y el mito. Los Pedros bípedos y humanoides que pasean por el muelle giran, instintivamente, su cabeza cuando un turista quiere inmortalizar al patoso pelícano. Fíjate qué original, ya me han reconocido y se llama como yo. PEDRO PALACIOS (serculinquieto.com)