Seleccionar página

El circuito de los monasterios ortodoxos de Bulgaria es un destino de moda, donde el viajero respira espiritualidad y recogimiento. Atrae mucho la idea de capturar con tus megapixeles la inaudita fotogenia de los “popes”, negro absoluto y largas barbas, mientras recitan oraciones en las pequeñas capillas, sobrecargadas de iconos mientras las velas chisporrotean y el humo del incienso lo invade todo. El más famoso, y más próximo a Sofía (120 kms), es el Monasterio de Rila, fundado en el siglo X por el ermitaño Ivan Relski y que en 1982 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Situado a más de 1.000 metros de altitud, está rodeado de un bosque espeso de acacias y robles, donde la humedad y el frío lo invade todo.El monasterio es el símbolo de la resistencia nacional búlgara que albergó y defendió su cultura, arte, historia y lengua búlgaras durante la dominación otomana. Ritos y oraciones, besos a iconos de vírgenes y santos durante las ceremonias religiosas que el turista compartirá con el respeto debido. Tras la visita religiosa, es un rito casi obligatorio, comprar “mekítsi”, un bollo redondo y aplastado, elaborado con una masa similar a la de nuestros churros y bien salpicados de azúcar en polvo…

Otros monasterios que sería un pecado inconfesable que el viajero no visitara son: Bachkovo, cerca de la ciudad de Plovdiv que en 2019 fue Capital Europea de la Cultura; Dryanovo, Aladzhá, construido en el interior de una montaña horadada por túneles y galerías… Y una última advertencia: si al final del periplo viajero os preguntan si os han gustado, confesad que: “Sí, nos han gustado mucho” mientras negáis con la cabeza. Y si no han sido de vuestro gusto, asentís con la cabeza. El mundo al revés. www.serculoinquieto.com