Vuelve el desgarro de la guerra civil a Alepo (Siria). Pregunta: ¿O tal vez no se ha ido nunca?. La vieja y hermosa ciudad que en 1986 fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, es de nuevo objetivo militar. Las bombas y la metralla no van a dejar piedra sobre piedra cuanco ni siquiera estaba reconstruida.
El culoinquieto visitó Alepo en tiempos de paz, antes de la guerra civil de 2012. Una ciudad musulmana con bellas mujeres, de profundos ojos negros y con ajustados vestidos a la europea. Noches de vino tinto Shiraz, de los Altos del Golán, rosas y tapices extendidos en el balconcillo de madera. No había más remedio que rendirse ante el casco antiguo de Alepo, el más hermoso que pueda soñar el viajero curioso. La ciudad vieja de Alepo, amurallada y con fortaleza en su cima, se asienta sobre una colina que teje una madeja de callejuelas suaves y empinadas, donde han crecido un sinfin de talleres, tiendas de especias, pequeños restaurantes de kebab y bazares de alfombras. En cualquier esquina puede aparecer un zoco de baratijas artesanales. Casas bajas, todas ellas con toldo y terraza desde donde disfrutar de la luna llena, la que ilumina corazones sombríos y embriaga con fragancias sensuales de almizcle y jengibre chispeante. La ciudadela de las cruzadas. Hoy todo es una ruina continua de cascotes y destrucción. Más de 80.000 víctimas. Ahora van a rematarla con fuego y metralla.
Hotel Barón. Para los mitómanos era obligatorio el rito de visitar el Hotel Barón, inaugurado en 1911. Un hotel clásico, un caserón que vivió épocas mejores pero que conserva la dignidad de quien ha sabido envejecer. La lista de famosos que han pernoctado es casi inagotable: Agatha Christie, que en la habitacion 203 empezó a escribir “Asesinato en el Orient Express”; Lawrence de Arabia y el presidente Franklin D. Roosevelt; el astronauta soviético Gagarin, el millonario David Rockfeller y Attaturk, el padre de la patria turca. En el balcón de la habitación 215, en 1945 el rey Faisal II de Irak declaró la independencia de Siria. El Hotel Barón, indestructible, resistió a la guerra civil, a pesar de sufrirla desde la primera línea de fuego.
Jabón de Alepo. Era imprescindible comprar pastillas de jabón, un artesanal producto especialmente recomendado para pieles suaves y cutis siempre juveniles. Producto natural y sin qímicas que se identifica facilmente por su color verde esmeralda y el anagrama con letras en árabe que no sabes qué quiere expresar. Los jabones se fabrican en piezas gruesas y rústicas, como aquellas del jabón Lagarto de nuestra infancia. Sus componentes son aceite puro de oliva y aceite infusionado con hojas de laurel que se mezclan con lejía y que es sometido a un proceso de ebullición de 72 horas para que reduzca. Huele penetrante y a limpio.
Rezar en la mezquita. El Corán deja bien claro que el buen musulmán debe cumplir 5 veces al día con el rezo. La llamada a la oración desde la megafonía del minarete de la mezquita omeya estremece el alma. La plegaria suena como un lamento de esta mezquita que acogía y veneraba la tumba de San Zacarías, padre de Juan El Bautista y esposo de Santa Isabel (adorado por cristianos y musulmanes). La guerra civil destruyó el minarete y arrasó la mezquita. Nada es igual porque aún será peor.Nos duele Alepo. PEDRO PALACIOS (serculoinquieto.com)