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Hondarribia, Fuenterrabía en español, luce con orgullo su lema: “Muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel ciudad de Fuenterrabía”. A pocos kilómetros de San Sebastián, es un pueblo con encanto y fronterizo con Francia. Emerge en la bahía de Chingudi, en la desembocadura del río Bidasoa que le separa de Hendaya, famosa ciudad francesa donde en 1940 dos dictadores, Franco y Hitler, se entrevistaron a bordo de un tren blindado para negociar la participación española en la II Guerra Mundial. Sobre este encuentro, el franquismo fabricó su propia leyenda con el objetivo de ensalzar la figura de estadista del general golpista que evitó el alineamiento de Franco con las fuerzas del Eje.

Hondarribia es un pueblo con bonitas casas de vivos colores -verde, blanco y rojo, como la ikurriña-, o azul como el Cantábrico en los días de calma y soleado, dotadas de contraventanas que protegen de la galerna y balcones cargados de flores que alegran las grises mañanas de niebla y lluvia. Las barcas se mecen al son de la marea y son testigos de un ir y venir de pescadores atareados en las faenas de la mar. El barrio de la Marina o del puerto, es alegre y lo más sensato es darse un paseo por la calle San Pedro para degustar los sabrosos pintxos y certificar la colección de hermosas fachadas de intenso colorido. El culoinquieto aconseja visitar el bar Gran Sol, un templo de la micro gastronomía, donde es obligatorio degustar exquisiteces como la tosta de bacalao ahumado con pimiento de piquillo, foie y dulce de melocotón; el champi relleno de crema de queso con jamón y allioli, o una tortilla de calabacín rellena de costilla de cerdo en un bao con una espuma de leche con hierbas infusionadas y una teja de maíz con lombarda, y unas perlas de fruta de la pasión y alcachofas fritas. Para este último una advertencia: se tarda más tiempo en leerlo que en comerlo. Para beber, siempre el tradicional vino txacoli.

Para ayudar a una buena digestión, se puede y debe caminar hasta su imponente casco histórico. Son a penas 5 minutos de un camino adoquinado y arruina tacones de aguja. De este modo, se pagará la penintencia de que Hondarribia es un pueblo con encanto, fino, bonito y limpio. O como dicen ahora las adolescentes instagrameras: muy cuqui. (www.serculoinquieto.com)