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Quienes siguen a este culo inquieto sabrán de su fidelidad a los mercados y su adicción al bullicio de la compra-venta ruidosa. La Recova, el mercado de abastos de Santa Cruz de Tenerife, es un paraíso de colores, sabores y olores. Bautizado oficialmente como Mercado de Nuestra Señora de África ofrece una gama de productos alimenticios de una calidad que deslumbra. El edificio es obra del arquitecto José Enrique Marrero, autor asimismo de otros relevantes edificios de la geografía chicharrera: el Cabildo y la Basílica de la Candelaria.

El área dedicada al pescado es un derroche de reflejos de luz, de minúsculas burbujas de agua que revolotean sobre un manto de hielo para conservar las especies marinas autóctonas. Con ojos asustados nos mira este ejército de mudos marineros: las viejas, chernes, salmonetes, gallos de San Pedro y sin olvidarse de las palometas, el rabil o atún de aleta amarilla. Puro Atlántico en el paladar.

Me hipnotiza la paleta de colores que forman las frutas y verduras. Su brillo y la cuidadosa alineación geométrica de hortalizas y piezas de fruta. Para los amigos de lo natural, la oferta de verdura es amplia, saludable y sabrosa: coliflores, pimientos, zanahorias, tomates… Fácil imaginar el sabor tropical imperante: los mangos, higos, las papayas y nectarinas, el paraguayo, las chirimoyas, sandías y piñas, el melocotón y los aguacates. Miles de piezas seductoras y tentadoras a la vista.

Capítulo aparte merece el torpedo amarillo, la estrella canaria. Porque por encima de lo terrenal se erige lo celestial. Y aquí es cuando aparece Su Majestad El Plátano Canario. Esa fruta con ADN y apellidos locales forma parte del paisaje isleño. La vista del viajero se pierde entre la frondosidad de los campos del Valle de la Orotava, donde cuelgan las piñas de las plataneras tal cual piñatas. El plátano se distingue por su inconfundible sabor dulce, su cutis salpicado de gotitas marrones, que son las señas de identidad de una fruta genuina e intransferible de las Islas Canarias. Los guanches del lugar recuerdan con nostalgia su infancia de desayunos nutritivos a base de plátano chafado y combinado con gofio (harina tostada de trigo y maíz). Una bomba calórica que despierta sabores y emociones que ya son recuerdos sensoriales. Para los tiquismiquis no contiene grasa, ni colesterol, ni sodio. (www.serculoinquieto.com)