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Brihuega es un pueblo de la comarca de la Alcarria, con 2.500 personas y cientos de miles de plantas de lavanda. Brihuega alcanzó cierta notoriedad como co-protagonista del legendario libro de Camilo José Cela “Viaje a la Alcarria”, un apasionante relato de viajes, escrito en 1948 y que retrataba las penurias que dejó el hambre y la postguerra. En palabras del autor “un cuaderno de bitácora de un hombre que se aburría en la ciudad, cogió el morral y salió al campo a que no le pasase nada”. Y ese relato llegó a hacerse merecedor de un Premio Nobel de Literatura.Hoy, Brihuega es un pueblo próspero, feliz en el que se ha obrado el milagro evangélico de convertir la lavanda en panes y peces. El proyecto surgió por azar, como nacen las grandes ideas. Tras un viaje a la Provenza francesa para visitar a su hermana, Alvaro Mayoral descubrió esa mágica plantita, llamada a ser el nuevo maná de la Alcarria. Así que decidió aplicar su revolucionaria idea: importar el vegetal y aclimatarlo a su tierra áspera e inconformista. Complementariamente, Andrés Corral convenció a sus tres hermanos y a un prestigioso perfumista, director técnico de la firma Loewe. Todos juntos iniciaron esa aventura para lo que no dudaron en destinar 600 hectáreas de cultivo de lavanda (Lavandula angustifolia) y lavandín, una variante híbrida de Lavandula angustifolia (lavanda) y Lavandula latifolia (espliego).,Hoy el cultivo de la lavanda es un próspero negocio. Brihuega vive, desde mediados de julio, una fiesta colectiva, protagonizada por niños y mayores, que llena de color y perfume sus calles. Brihuega se tiñe de violeta, adorna las fachadas de sus casas, vende en un mercadillo los mil y un productos derivados (perfumes, ceras, jabones, pomadas, elixires…) de la lavanda y el espliego. El culoinquieto puede pisar libremente, con el respeto debido, el campo de cultivo y disfrutar del placer indescriptible de sortear las matas bien alineadas, dejando un metro de distancia entre las hileras de plantas.Una fragancia hipnotizante invade la atmósfera que envuelve los campos de cultivo mientras las abejas juguetean entre sus flores. La tierra, un verdadero pedregal que a penas serviría como cantera, engendra esa planta rematada por manojos de flor violeta, minúscula y granulada de la que emana un aroma único y peculiar. La academia del perfume certifica que “es un componente, símbolo de pureza y calma, que se ha utilizado en la creación de sustancias aromáticas desde hace siglos, un aceite esencial utilizado en perfumería selectiva que hoy en día sigue estando de máxima actualidad, presente en múltiples creaciones olfativas”. En medicina natural se le atribuye tranquilizar y relajar la mente, facilitar el sueño, acelerar la curación de heridas y quemaduras o aliviar dolores musculares. Y cómo vamos a olvidar esta memoria olfativa: nuestra infancia olió a lavanda humedeciendo el pelo repeinado por amor maternal.La naturaleza es sabia y nos regala espectáculos multisensoriales. A la paleta de colores de la lavanda/espliego alcarreños habrá que añadir la floración de los almendros malloquines, las cerezas del Valle del Jerte que tiñen de blanco los bancales extremeños, o las flores rosas de las nectarinas y los melocotoneros de las riberas del Segre o de la cinematográfica Alcarràs. Y es que la naturaleza sabe sorprender al incauto urbanita y nos tiñe de color la vida que solo vivimos en blanco y negro. (www.serculoinquieto.com)