Toledo rinde honores a su conciudadano más ilustre: el ciclista Federico Martin Bahamontes, apodado “El águila de Toledo”. Héroe de nuestra infancia por sus epopéyicas ascensiones a las cumbres más altas de Alpes y Pirineos están grabadas en la memoria. El primer español que ganó un Tour de France, en 1959 y seis grandes premios de la montaña. Nadie discutió su hegemonía. Una leyenda cargada de épica. Federico nació en 1928. O sea tiene hoy 93 años. Impresionaba su figura de atleta fibroso y esbelto que se aúpaba a las cumbres pirenaicas sin aparente esfuerzo. Fino como el junco de la canción “Resistiré”, tenaz y valiente. Siempre conservó la cabeza clara y la memoria fresca. Afable y generoso en dispensar amistad y confianza.
En una ocasión le pedi a Federico que me confirmara la leyenda urbana que asegura que perdió una ventaja de más de 15 minutos sobre sus perseguidores porque se había bajado de la bici para comerse un bocadillo en un merendero francés. La respuesta que silenció mi impertinencia fue magistral: ” Es que tenía hambre”. Escueto. Su colección de bicicletas es impecable: limpias y engrasadas como para echarse a la carretera. Federico me dispensó con uno de los mayores honores de mi vida. Durante años mantuvo abierta una tienda de bicicletas que era una peregrinación diaria de amantes del ciclismo y que hoy acoge una multi-tienda de chinos, en la toledana Plaza de la Magdalena, a un tiro de piedra de la popular Zocodover. Hoy vive del recuerdo y de la nostalgia de su Fermina, la mujer a quien le regalaba las flores del campeón.
Federico, hace ya 5 años, me invitó hasta un cigarral toledano donde se exhibían las maquetas para el monumento a su persona que la alcaldesa Milagros Tolón se había comprometido a erigir en Toledo. Me requirió mi humilde opinión como periodista metomentodo sobre los diversos proyectos escultóricos que se mostraban. Entre algunas mamarrachadas y otras obras a las que les faltaba alma destacaba la del escultor Javier Molina Gil que fue la elegida. Y, por decisión del legendario ciclista, se instaló en la cuesta de las Armas, muy cerca del paseo del Miradero, con vistas al Tajo. Modelada inicialmente en barro guarda un parecido casi mimético con la atanomía del águila de Toledo a tamaño real. La bicicleta es como las que se usaban en los años 50, a la máxima precisión, con cadena verdadera incluida. El escultor reflejó fielmente el estilo del escalador, empinado sobre el manillar, sin esfuerzo aparente. Para rendir homenaje a su apodo de “aguila de Toledo”, en la base de la escultura está troquelada sobre la rampa el águila bicefala, escudo de la ciudad, que proyecta su silueta sobre el pavimento cuando la iluminan los rayos del sol. Gracias a la alcaldesa Milagros Tolón, los culoinquietos que visitamos Toledo tenemos un recuerdo de nostalgia y admiración a las hazañas de este espigado y honorable caballero de la bicicleta. (www.serculoinquieto.com)