Seleccionar página

El velero brincaba sobre las olas. Con destreza, el patrón había decidido no esquivarlas y las afrontaba cara a cara. El rumbo marcaba isla Floreana, habitada por 200 hombres y cientos de animales, recién salidos del Jurasic Park. Floreana pertenece al archipiélago de las famosísimas Islas Galápagos. Con cadencia, una y otra vez el velero se aupaba al lomo espumoso de la ola. Como si el ritmo lo marcara un imaginario metrónomo. Solo se percibía el chasquido de la proa rasgando las aguas del Pacífico. Y algún graznido de la escuadrilla de aves cormoranes que nos acompañaba en vuelo de formación.

Los delfines surgieron sin avisar. Y nos escoltaron un largo rato hasta el destino. Se trataba de un desafío. O de una defensa apasionada de sus aguas territoriales. Saltarines y juguetones competían con el velero que había desplegado todo el trapo. Lucían sus brillantes lomos en un ejercicio hipnótico por su habilidad y acrobacia. Los delfines trazaban imaginarias curvas sobre el manto del Pacífico. Con la paciencia del cazador, la suerte del jugador de ruleta y la modestia de quien no pretende emular al “National Geographic”, el culoinquieto capturó esa milésima de segundo que dura la acrobacia aérea de tan adiestrado nadador.

Nuestro destino era la isla Floreana, en el archipiélago de las Galápagos, descubierto en 1535 por Tomás de Berlanga, un fraile de origen español y obispo de Panamá, durante el viaje oficial a Lima (Perú), Según relató Berlanga en el cuaderno de bitácora, la isla no albergaba agua ni alimentos para saciar la sed y el hambre de la tripulación, pero que estaban habitadas por muchas iguanas, lobos marinos, tortugas y “galápagos tan grandes que llevaban cada uno un hombre encima…” Más tarde, Floreana fue refugio de bucaneros y piratas que se amagaban en las cuevas de sus inhóspitos acantilados a la espera de su presa. Hoy es el destino de culosinquietos a la búsqueda del biológico eslabón perdido. Lobos marinos, iguanas marinas, tiburones, ballenas y tortugas gigantes o galápagos (de ahí el nombre de las Islas). Pero si fue el cura Berlanga quien las descubrió, el científico británico Charles Darwin las promocionó y se llevó la fama. El HMS Beagle junto a su perfeccionista Capitán Robert Fitzroy, estuvo en las islas Galápagos como parte de un largo viaje cartográfico por el mundo que debía durar solo 3 años y que se alargó a 5, pero todas las rutas estuvieron llenas de inigualables experiencias. Hace 187 años, que Charles Darwin llegó a Galápagos, un 15 de septiembre de 1835. El Beagle exploró las islas durante 5 semanas y solamente 4 islas fueron exploradas: San Cristóbal, Isabela, San Salvador y Floreana. Aquí concluyó su viaje cartográfico por Galápagos y continuó su rumbo hacia las Islas Sociedad (Tahiti).

La literatura turística nos informa que “hoy es un fascinante paraíso viviente, que alberga maravillosos testigos que dan fe de la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies y un escenario predilecto para un sinnúmero de historias llenas de color y misterio desde su formación hace 5 millones de años como resultado de actividad tectónica en el fondo marino”. (www.serculoinquieto.com)