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El casco histórico de Pontevedra es una joya oculta. La ciudad esconde multitud de tesoros en forma de edificios monumentales que hablan del esplendor de la ciudad en épocas pasadas El culoinquieto se fue a patear sus calles y plazas, a la descubierta de bares y tabernas, iglesias y torres, de rincones que le dan vida, aportando sabor y color a la ciudad. Es un jeroglífico geométrico la alineación perfecta de las piedras sillares de esos edificios sobrios y rotundos, bien construidos, concebidos para durar cientos de años. Imperturbables a los efectos nocivos de la lluvia, el musgo y las ventoleras del invierno atlántico. Edificios de dos plantas, perfectamente rematados por tejados de rojo intenso, luciendo balconeras de madera y vidrio donde repica la lluvia otoñal, asentados sobre pilares formando soportales para mantenerse a cubierto y que sostienen la historia de unos edificios callados que las han visto de todos los colores y que guardan secretos de inconfesables noviazgos.

La Plaza de la Verdura, en formato rectangular, es refugio de bares donde el griterío sube unos cuantos decibelios y las losas del pavimento están siempre mojadas. La magia del urbanismo siempre paralelo al río. La fuente que preside el espacio urbano y el cruceiro, fina talla de granito y siempre erguido para escuchar las plegarias del caminante devoto. Sigue su andar el culoinquieto hasta darse de bruces con la Plaza de la Leña que recibe su nombre del comercio de leña que allí se ventilaba, la plaza de la Herrería, santo y seña de la ciudad con el convento de San Francisco dándole permanente vigilia.

Hasta que el culoinquieto llega a la Plaza de Méndez Núñez, con sus caserones blasonados que pregonan el linaje y la elegancia de este espacio urbano donde confluyen rúas vivas tal que los afluentes que mueren en el río madre. Y presidiendo la recoleta plaza que honra la memoria del contralmirante Méndez Núñez, nacido y muerto en Pontevedra, la escultura en bronce de don Ramón José Simón Valle Peña, literariamente conocido como Ramón del Valle-Inclán, hombre de letras, terno cruzado y barba deshilachada, inventor del esperpento y autor prolífico de obras magistrales como las Divinas Palabras, el Marqués de Bradomin, Luces de Bohemia o Tirano Banderas. Honor y gloria a quien, en una disputa con un periodista llamado Manuel Bueno, recibió un bastonazo cuya herida derivó en gangrena con la amputación de su brazo. En el centro de la plaza se yergue la figura en bronce del ilustre escritor, gloria de las letras españolas, y a su figura rendimos homenaje. serculoinquieto.com