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Octubre de 1.986. Lausanne, Suiza. Elección de las sedes olímpicas de 1992. El gran hall del Palais de Beaulieu era un hervidero de celebritis, políticos y periodistas. ¡¡Vaya tropa!!. Algunas señoras de rompe y rasga lucían c n descaro palmito y escote. Entre todas ellas destacaba por su luz, su energía inagotable y una sonrisa como para pedir perdón. Era ella, Gina, la Llollo.

Bajita (1,65 cm), ahora dirían “poquita cosa”, muñequita de ojazos negros adornados con gruesas pinceladas de rimel, capa de maquillaje brown, pelo recogido en un coqueto moño. Traje Chanel blanco hueso, de franjas negras y flecos en boca mangas y  bajos de la chaqueta. Movía las manos con armonía y elegancia. Sobresalía, ella, Gina, la estrella de “Pan, amor y fantasía”; el sueño de nuestras tardes de sesión continua en el Rialto de los años 60. Por ella soñamos en ser trapecistas en “Trapecio”, emulando a Tony Curtis y Burt Lancaster. Nos atrajo como la bella Esmeralda que seducía al jorobado de Nôtre-Dame. Cuando rodó en Madrid la película “Salomón y la Reina de Saba” falleció el actor principal Tyrone Power, y los madrileños muy dados a la coña decían que “no había muerto de angina de pecho, si no de un pecho de la Gina”. Y otras decenas de películas, rendidas a su belleza serena e inmortal.

En Lausanne pidió el voto para Cortina d’Ampezzo y se metió a todo el mundo en el bolsillo. A mí el primero. Sonreía, firmaba autógrafos y no le pedían selfis porque aún no se habían inventado. Chispeante, accesible, pizpireta, y ansia viva, sus ojos revoloteaban y sus manos dibujaban serpentinas de colores. Paciente y profesional. También con su cámara réflex tomaba algunas fotografías. Mi parte mitómana le pidió una foto a su lado, codo con codo hasta donde me llegara su perfume embriagador. Accedió. Hoy lamento no encontrar en mi baúl de los recuerdos aquella foto que certifique ese momento mágico. Mejor aún: conservo de Gina Lollobrigida el recuerdo borroso de una estrella solitaria, bebiéndose en breves tragos un “Negroni”, en la barra del bar del “Beau Rivage”. Solo los cisnes imperiales que descansan en el cercano lago de Lemán fueron testigos mudos de aquel flechazo. Descanse en paz “La mujer más guapa del mundo”. (serculoinquieto.com)

PEDRO PALACIOS