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Sueño cumplido. Praga (Chequia). Tomarse una excelente cerveza (fría, rubia o negra, tipo Pilsen), compartir mesa con desconocidos y sentir el sabor agrio de la historia en cada trago espumante. Brindar y alzar la jarra por la vida y por la libertad. Un inmenso deber para el culoinquieto honrar esta centenaria memoria al abrevar en U Fleků (Křemencova, 11 Praga). La cervecería más antigua del mundo, en el barrio de Mala Strana. Desde 1499 (la friolera de más de 5 siglos) se dedica al evangélico deber de saciar al sediento y dar de comer al hambriento. Dice la mística viajera que en U Fleku empezó todo: la conspiración por la libertad que acabó en sangriento baño. Agosto 1968.

Un local inmenso, con salas y largas mesas comunitarias, auténticas, con el poso que deja el moho y la humedad circundante. Notas de la vieja acordeón, en binomio con el trombón, que emociona con su particular versión de “Imagine”. Voces y griterío emitidos por muchos perjudicados que tambaleantes buscan el baño. Un templo de la cerveza Pilsen. Generaciones de checos y millares de guiris hemos cumplido con este rito: respirar la misma atmósfera que los estudiantes contestatarios, rebeldes a Moscú que respiraron la Primavera de 1968, contagiados por Alexander Dubcek hasta que los tanques de la URSS invadieron la Plaza de Wenceslao, símbolo de la libertad y corazón de la Praga eterna.

U Fleku es un salto atrás en el tiempo. Se respira griterío y clima de fiesta, juvenil, popular, desbordada. Una cocina popular con sabores a ceska bramborova (sopa de champiñones, zanahorias y patatas), espesa y humeante, para entrar en calor. O la sopa zelnanka, mix con sabor a col y panceta ahumada. Luego se abre el universo de las salchichas, de todos los colores, tamaños y sabores, maceradas en agresivas especias, con su pan negro y mostaza y que con solo respirar ya se echa una lagrimita. Codillo de cerdo o pato con dumplings, bolas de patata que vienen a ser como las “bombas” de la Cova Fumada de nuestra Barceloneta.

Tiempo habrá para visitar otros rincones de Praga,  ciudad fascinante. Recrearnos en el Puente Carlos, con sus 16 arcos sobre el río Moldava y su amplia calzada festoneada por 30 inmensas esculturas de otros tantos santos. La Catedral de San Vito, la casa natal del escritor Franz Kafka, el barrio de Mala Strana y la Iglesia del Niño Jesús de Praga al que tanta devoción le hemos profesado. (serculoinquieto.com