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Estamos en tiempos de Ramadán, tiempos de ayuno. Durante un mes, los musulmanes madrugan para hacer una comida antes del amanecer (suhoor). Durante las horas diurnas, se abstendrán de comer, beber, tener sexo. Con la llegada del anochecer llegará la otra comida del día (Iftar) donde familias y amigos se congregan en torno a la mesa. Y en este encuentro festivo, los protagonistas preferentes de la dieta son los dulces.

Es arriesgado -e injusto- hablar de una repostería árabe. Incluimos en esta acepción a los dulces productos que encontramos en el norte de África, desde Marruecos a Egipto. Se trata de una exquisita pastelería elaborada con productos naturales, poco sofisticados y de potente contenido calórico. Algunos les achacan un exceso dulzón y un sabor muy empalagoso y pegajoso. Hay gustos para todo. Lo cierto es que de la equilibrada combinación de los produtos básicos: harina, mantequilla, miel, dátiles, sésamo, anis molido, pistachos, pasta de filo, almendras, canela, azúcar glass, nueces o piñones, surgen homenajes al sabor y monumentosa paladar. El pastelero, en su obrador, sabe manejar con talento esos componentes básicos para que se produzca esa alquimia. El elixir de la vida.

En Estambul, existe un templo sagrado de la repostería donde cualquier goloso que se precie deberá peregrinar para disfrutar y relamerse los labios con sus sublimes preparados. Su vista recorrerá las estanterias rebosantes de dulces y postres. Se trata de Hafiz Mustafa Taksim,(Gümüşsuyu, Sıraselviler Cd. No:11, 34433 Beyoğlu/İstanbul) una pasteleria centenaria, fundada por pasteleros procedentes de Anatolia y hoy una verdadera institución gastronómica en Turquia. Para relamerse los labios. Volveremos a endulzar nuestros labios con estas creaciones. (www.serculoinquieto.com)