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Son como la morada de los pitufos, sí, aquellos gnomos belgas que vivían en un bosque encantado. Los trulli son unas construcciones minúsculas, sorprendentes y genuinas que crecen en el pueblo de Alberobello, en el valle de Itria (Italia). El culoinquieto que vaya al corazón de la Puglia, la región que forma el tacón de la bota italiana, se tropezará con estas singulares viviendas, únicas en el mundo y en la que temerá que en cualquier momento aparezca el malvado Gargamel. Son edificaciones pequeñas, con muros de piedra seca, una técnica encestral que consisite en no usar mortero ni argamasa para compactar las piedras. Las paredes, pulcramente encaladas, tienen un grosor de hasta metro y medio. Muros que resistirían el grado 8 de la escala de Richter por la que se mide la intensidad de los seísmos. Sus constructores, desde la Edad Media; han demostrado disponer de profundos conocimiento de arquitectura porque no usaron mortero alguno. Están rematadas con una cubierta de forma cónica, de piedras superpuestas, que está decorada con símbolos jeroglíficos, pintados con cal, al igual que los gruesos muros. Un pináculo blanco, un dardo disparado al cielo Blu,blu.

La inefable/infalible Wikipedia asegura literalmente que “son embellecidos con pináculos decorativos, cuya forma está inspirada en elementos simbólicos, místicos y religiosos”. Los trullli crecen como hongos a lo largo de todo el valle, aunque los más visitados son los del pueblo de Alberobello que se ganaron el reconocimiento de UNESCO al declararlos Patrimonio de la Humanidad en 1996.El origen de los trulli está fuertemente vinculado a la astucia y el fraude, ambas virtudes muy latinas.

Habrá que remontarse al periodo feudal. El Conde Acquaviva -terrateniente de la región- obligó a sus siervos, humildes campesinos, a limpiar los terrenos y cultivar la tierra. Pero para evadir los impuestos era necesario que Alberobello no apareciera como un centro habitado, así que la gente empezó a construir y vivir en trulli, desperdigados por el campo y que podían ser desmantelados con rapidez en caso de urgencia. De esta manera, cuando los españoles llegaban para recaudar los impuestos, los “Trullii” eran desmontados y la zona se convertía en un campo yermo, plagado de muchas piedras, pero sin casa alguna, logrando de esta manera evadir el impuesto y engañar al señorito feudal. Todo en los trulli irradia inocencia, fantasía, aventura y cuento infantil. (www.serculoinquieto.com)