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Extasiado ante la catarata de Iguazú, el culoinquieto rememora la canción sesentera “Raindrops Keep Fallin’ on My Head” (en español: “Las gotas de lluvia siguen cayendo sobre mi cabeza”). El pacifico río Iguazu se convierte en un estruendo cuando se deja caer por el precipicio de basalto, capricho de la madre naturaleza. Millones de toneladas y miles de metros cúbicos de agua caen al vacío por los 278 saltos de agua que desde 80 metros de altura liberan sus aguas. Sin descansar ni un minuto. Miles de microgotas lo abrazan todo. El ruido lo atrapa todo. Las Cataratas de Iguazú son uno de los espectáculos más impresionantes del planeta que atraen a viajeros de todo el mundo. Se trata de un enclave caprichoso donde conviven tres paises (Argentina, Brasil y Paraguay) que se disputan la propiedad moral de una de las 7 Maravillas Naturales del mundo.

La Garganta del Diablo es el rincón estrella. Estremece por su magnitud y por el bramido que generan las aguas en su caida. El visitante se aproxima a tan sólo 50 metros de la cortina de agua, mientras el pulso se acelera y la adrenalina se desata cuando la frágil barca se tambalea por las acometidas de la cascada y la espuma emblanquina las aguas.

Sobrevolar las cataratas desde un helicóptero sobrecoge al comprobar la fuerza de la naturaleza, por el verdor de la selva que se extiende hasta donde llega la vista, por las nubes de vapor que forman nubecillas… Belleza salvaje y única. La competencia entre Argentina y Brasil no se circunscribe unicamente al fútbol. Ambos países se vanaglorian de que la mejor vista es de su respectivo rincón. Las pasarelas que parten en la parte argentina permiten acercarse al corazón de la caida. Sentir el vértigo del vacío. El Parque Nacional de Iguazu, ya en versión brasileña ya en versión argentina, está protegido por la UNESCO que los ha declarado Patrimonio de la Humanidad. Están a salvo. (www.serculoinquieto.com)