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Hay mitos que se hunden solos. Así, literalmente. El legendario restaurante flotante de comida china “Jumbo”, instalado en una barcaza anclada en la bahía de Aberdeen, en Hong Kong, se ha hundido. La noticia, escueta, de apenas 5 líneas ha pasado casi desapercibida para los mortales. Menos para los culoinquietos, claro, aquellos que hemos tenido el privilegio de haber degustado el acreditado pato laqueado a la pekinesa, en alguno de sus atiborrados salones, inundados de rojo chillón y dorado macilento, con dragones, máscaras y reliquias extraídos de viejas leyendas de la dinastía Ming, por lo menos. Las causas del hundimiento del Jumbo son, como todo lo chino, desconocidas y dudosas. Ha naufragado. Se sabe que ocurrió durante el traslado a otro escenario marino cuando, misteriosamente, fue tragado por las aguas. Y ahí, reposa. Dicen que no hubo tiempo de salvar el menaje.”Jumbo” era un “Titanic” pero amarrado al pantalán. La atmósfera que se respiraba, a lo “Loto azul”, del gran Tintin, impresionaba. De aspecto soberbio, con sus 3 cubiertas (pisos) y más de 80 metros de eslora. Sus salones, renombrados, estaban bautizados con nombres míticos (Ciudad Prohibida, Gran Muralla, Guerreros de Chian, Shanghái, …) El “Jumbo” era una atracción que el culoinquieto no podía perderse. Cruzó la pasarela para abordar una nave con capacidad para acoger a más de 900 comensales, su cocina estaba formada por una legión de expertos en el chop suey. El “Jumbo” impresionaba, de verdad. La carta de platos era interminable. Destacaba el selectivo testimonio fotográfico con la presencia de famosos como Su Majestad The Queen Elizabeth II, Jimmy Carter, John Wayne, o Tom Cruise que habían pasado/posado por ahí. “Jumbo” fue un icono del cine asiático, donde formó parte del decorado de películas como El mundo de Suzie Won  o Godzilla vs. Destoroyah.Local asiduo de representantes comerciales radicados en HK a la captura de un buen negocio o de corresponsales de prensa que citaban a fuentes informativas, ávidos de noticia. El “Jumbo” era una de las estrellas de la antigua colonia británica. Luego fue a menos. Y con la pandemia, sucumbió. El “Jumbo” era una atracción de la excolonia británica, junto al viejo aeropuerto con la pista sobre el mar y en el que se aterrizaba cruzando un bosque de rascacielos; el parque temático a “lo Falla valenciana” de los creadores de la pomada curativa “Tiger Balm”; la Colina “Victoria Peak” con un centenario tranvía que renqueante asciende los 500 metros para visionar el impresionante “skyline” de rascacielos; las travesías marinas en junco a vela destino Kowloon, nido de prostitución, juego o fumaderos de opio; el derroche de luminosos y las luciérnagas de vestido de seda ajustado, ojos rasgados y tentadores o el mito de la “tríada”, la mafia peliculera que son los más malos de todos los malos . El mito del “Jumbo” se ha diluido como el agua con sabor a limón que ofrecían en la entrada del local para lavarse las manos y que, curiosamente, más de uno se la había bebido creyendo que era un aperitivo exótico, gentileza de la casa. Echaremos en falta al irremplazable “Jumbo”. (www.serculoinquieto.com)