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Recorrer 3.940 kilómetros, de Chicago a Los Angeles, es un reto que solo superan algunos locos. Apasionados de la moto como mi buen amigo Miquel Matas quien me recomendó una guia excelente “Route 66. Mi sueño y pasión” escrita por Victor Muntané Pavillard. La Ruta 66, la madre de todas las carreteras, fue inaugurada en 1926. Y desde ese día se convirtió en un mito. Se trata de una diagonal que cruza los Estados Unidos de América atravesando, cientos de pueblos y ciudades pertenecientes a 9 estados. Una cicatriz que arranca en el gélido IIlinois (Chicago) y muere en Los Angeles, en la luminosa California.

Un mito. Una ceremonia ritual para miles de “moteros” en una búsqueda personal de su libertad. Me abrumaban las ganas de sentir ese pálpito. Y “pá alla” que se fue este culoinquieto. La primera duda surgió al elegir el formato: entre dos y cuatro ruedas. La segunda: la distancia, porque acometer el trayecto de cabo a rabo sería como morir de sobresodosis de extásis. Mejor dosificarse. Mi ambición, día a día fue empequeñeciendo. Millas, gasolina, jornadas, cansancio, dieta, presupuesto, todo eran argumentos a la contra que desalentaban mi aventura. ¿Sería suficiente con probar un “tast”?. Vivir un par de destinos de etapa para sentir la boca reseca por el polvo del desierto de Arizona, intuir el perfil del cañón del Colorado en el horizonte, descubrir los viejos postes de repostaje de gasolina, entrar en los añejos salones y drugstores de las películas, beber cerveza helada Budweiser, intentar no intoxicarse con las tradicionales hamburguesas, inspeccionar los dudosos moteles, comprarse la camiseta negra de la Route, sentir cómo castiga el aire a 45 millas de máxima velocidad. Mirar cara a cara a esta secta de gasolina y velocidad.

El culo inquieto eligió la etapa que cruzaba los pueblos de Flagstaff, Williams, Seligman, en el norte de Arizona. Un símbolo. El gran enemigo de la Route 66 fue el progreso. Por Selligman transcurría el recorrido inicial de la Route 66, desde 1926 hasta que en 1978 dejó de ser transitada. Los viajeros preferían una variante nueva, una carretera de circunvalación. Los bares de Selligman ya no servían su reconfortante cerveza helada ni los postes llenaban con galones de gasolina los exhaustos tanques de los coches. Ni se echaba noche en los destartalados moteles de Selligman. El mismo progreso que en 1926 trajo la Route 66 mataba Selligman. Elmsueño dorado de Californía se desvanecía. El 22 de setiembre de 1978 fue una fecha dramática: los vehículos dejaron de circular por el centro de Seligman, el trayecto original..

Abandonaron sus negocios ante la falta de clientes. Todos escogían la ruta alternativa. El barbero Angel Delgadillo no se rindió. Nunca cerró la barbería y salón de billares que regentaba. Resistió durante los 10 años y fue testigo cómo Seligman vivió la ruina de negocios y cómo sus habitantes se rendían. Nacieron con la Ruta 66 y agonizaban con ella. Angel Delgadillo nunca se dió por vencido e inició su personal cruzada con vecinos, pidiendo ayuda a gobernantes y presionando lobbis hasta que la Ruta 66 fuera declarada Ruta histórica a su paso por Arizona. Buscó apoyos, movilizó y convenció. En noviembre de 1987, el estado de Arizona declaró Ruta Histórica a su paso desde Seligman y Williams hasta la frontera con el estado de California. Hoy brilla el luminoso “Lo siento, estamos abiertos”. Los miles de coches vuelven a detenerse en la barbería de Angel Delgadillo que mantienen abierta sus hijas Mirna y Clarissa. Homenaje a este viejo luchador. La voluntad de hierro de un hombre del pueblo se impuso al mal llamado progreso.Y el culoinquieto le rindió homenaje y pudo sentarse en la silla de afeitar del viejo Delgadillo, símbolo de la resistencia y Angel de la Ruta. PEDRO PALACIOS serculoinquieto.com