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Budapest, capital de Hungria, tiene una riqueza termal única. En Europa Central hay una gran afición a este tipo de tratamientos. En Hungría, la oferta de balnearios es interminable y los hay para todos los gustos, bolsillos y estéticas. Hungría ha desarrollado una cultura termal extensa, ancestral que se remonta a los tiempos de los invasores romanos y que también disfrutaron los invasores turcos. En la capital Budapest se cuentan más de 100 maniantales y gracias a ellos, húngaros y visitantes descubren los beneficios para la salud a base de estar en remojo de aguas calientes. Las aguas mineromedicinales, predominantemente sulfuradas, bicarbonatadas y fluoradas, tienen un efecto benéfico para el bienestar de los usuarios. Las aguas termales se aplican a todo tipo de dolencias en espalda, contracturas, lumbagos, dolor cervical, reúmas, males ocultos, cefáleas, dietas, enfermedades instestinales y todo aquello que el efecto placebo sea capaz de curar.

Hay miles de plazas que en los balnearios húngaros esperan. Pero si viajan a Budapest, deben seguir la recomendación del culo inquieto y visitar, bajo severa advertencia, el Balneario Gellért y el Balneario Széchenyi.

El Hotel Gellért es un escenario de película. Suelta la imaginación. Así, en cualquier rincón de aquellos interminables pasillos puedes cruzarte con la sombre de la Emperatriz Sissi, protagonista de una folletinesca historia de amor. El Gellert, sobrio y señorial, se levanta a orilla del Danubio, frente al sólido puente verd de hierro y por el que circula un tranvía que une las dos partes de la ciudad: Pest (la moderna) y Buda (la antigua). El Gellért adquirió mucha notoriedad en España por su belleza de estilo Art Nouveau: sus piscinas interiores, de agua caliente están rodeadas por unas inmensas columnas barrocas y que aportan un aire majestuoso y romántico. La luz cenital entra a través de unas cristaleras artísticas que rompen los rayos de luz solar en minúsculas partículas. La decoración de las paredes se basa en el arte del mosaico.

En el primer piso, unos balconcillos sobresalen y son un punto de observación idóneo para escrutar a los bañistas más apuestos que lucen palmito mientras que los más rellenitos se cubren con un albornoz blanco para ocultar sus vergüenzas. En esta sala inconfundible, se grabó un famoso anuncio publicitario para TV en el que entre claroscuros, unos jovenes musculados nadaban y se zambullían. Se les conoció como los llamados “cuerpos Danone”, de una perfección insultante. Algunas señoras maduritas no ocultaban sus fantasias eróticas por los llamados “yogurines” y este culoinquieto nunca supo el porqué.

Del Balneario Széchenyi y de la pastelería Café Gerbeaud, el culo inquieto promete otra postal. (www.serculoinquieto.com)