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El vaivén de la hamaca es mejor que el Lorazepan. Alivio para el estrés. Un remedio saludable, suave, natural, armonioso, según el ritmo que marca la ley de la gravedad. Cabezadita va, cabezadita viene, tumbado en ese porche de la cabaña del Parque Nacional de Calahuita, en la provincia de Limón, en Costa Rica. Con la suavidad de las fibras de algodón tejidas como ligero masaje. El culoinquieto pidió cabaña con wifi. Y le dieron cabaña minimalista, con bombilla y mosquitera, frente a frente de las playas paradisíacas y eternas, aquellas de postal con la palmera inclinada hasta donde rompen las olas. Arenas blancas que aún conservan las huellas de las tortuguillas recién nacidas y que han sobrevivido a su primer paseo: del huevo al Océano. Las olas borrarán su paseo terrenal. Miles de millas oceánicas les esperan hasta que la brújula de su ADN las conduzca, de nuevo, ya adultas a esta solitaria playa. El misterioso regreso.

Colores ocres. Cesta de frutas tropicales, maduras, con sabor irrepetible. Las maderas de teca y esa hoja de  palmera que invade la foto. Los humos del ungüento mágico serpentean para así asustar a los mosquitos voraces, de esos que no respetan ni a su padre. Pican a bocajarro y sin piedad. Los monos aulladores desgarran el silencio del atardecer. La luz se tiñe de oro y una manada de aves multicolor buscan cobijo del depredador.

El culoinquieto deberá renunciar a observar quetzales, ave que presume con su vestimenta de plumas verdes y rojas. El dios del aire. Y que, según revela la leyenda, el Conquistador Pedro de Alvarado hirió al rey Quiché “Tecún Umán” mortalmente en el abdomen, el ave bajó y se posó en la herida, marcando en su pecho de color rojo carmesí intenso.

Tampoco aparecen los tucanes, con su pico sobresaliente y angulado, de colores vivos: amarillos, verdes, rojos y naranjas. El símbolo nacional de este país, Costa Rica, que es pura vida. Tierra donde cruzarse con surferos la búsqueda  de su ola soñada. Adentrarse en sus parques nacionales y bosque húmedos que se puedes sobrevolar en tirolinas kilométricas. Bañarse en las aguas calientes de los manantiales que nacen en sus volcanes apagados o dormidos. Extasiarse ante los lagos que se forman en sus cráteres. Disfrutar de los sabores de sus plantaciones de piña y caña de azúcar. Costa Rica. Pura vida.