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Una película de culto para los jóvenes progres sesenteros fue “Hiroshima mon amour”. Guion de Margaritte Duras y dirección de Alain Resnais. Arrancaba la “Nouvelle vague” del cine francés. Hiroshima, la bomba atómica americana y los millones de japoneses muertos son los protagonistas del film.

Al hilo de este título, al culoinquieto le ha venido a la cabeza otro drama histórico y más cercano: Belchite, localidad aragonesa que fue protagonista de cruentos combates durante la Guerra Civil Española, como antes, en 1808, fue escenario de una batalla contra las tropas napoleónicas. Y como no hay dos sin tres, las guerras carlistas también dejaron su recado en estas tierras.

Belchite, sol, caminos de polvo y olivos, fue escenario de un duro enfrentamiento entre las fuerzas leales a la República y las tropas golpistas del general Franco. Verano de 1937. La ofensiva republicana para recuperar Zaragoza fue neutralizada en la llamada Batalla de Belchite. El balance trágico de las escaramuzas se saldó con más de 5.000 muertos, el pueblo arrasado, lucha cuerpo a cuerpo donde prácticamente solo quedó en pie el campanario mudéjar de la iglesia de San Agustín. Protagonista muy destacado, el dirigente comunista y general del ejército popular, Enrique Lister.

Franco mandó que se mantuviera intacto el Belchite devastado. Que sirva de escarmiento y un recuerdo perenne de la represión, debió pensar el gallego dictador. Nos acercamos a las ruinas. Bajo la atenta mirada de los cipreses del Calvario. Tierra de emigración a la cercana Cataluña en busca de trabajo. Pasear por sus calles destruidas es un ejercicio que revuelve la conciencia y el estómago. Sortear montones de cascotes aún arrinconados en la cuneta. Meter el brazo hasta el codo en los huecos generados por los impactos de las balas sobre los muros de adobe. El silencio que domina llena aún de rabia y miedo la atmósfera. El silencio sepulcral de las fosas comunes. El odio y el paseillo. El desprecio a los muertos anónimos, aunque nunca perderas sus nombres y apellidos. Las víctimas de la sinrazón. Nunca más. La huida al destierro. Acometer los polvorientos caminos de la emigración

Como los abuelos de Joan Manuel Serrat, cuya madre, Ángela vivió un terrible capítulo al descubrir que los franquistas habían asesinado a toda la familia de su tío y luego a su propia familia. En Belchite resuena la canción de Serrat, a ritmo de jota: “Por la mañana rocío// a mediodía calor// por la tarde los mosquitos. No quiero ser labrador”. Y sigue imborrable su recuerdo por muerte olvidada y negada:

“Cançó de bressol que llavors ja em parlava
del meu avi que dorm en el fons d’un barranc,
d’un camí ple de pols, d’un cementiri blanc,
i de camps de raïms, de blats i d’oliveres.
D’una verge en un cim, de camins i dreceres,
de tots els teus germans que van matar a la guerra.”

PEDRO PALACIOS (serculoinquieto.com)